UN POCO DE ARQUITECTURA. Sibenik, Trogir y Split.

28 de julio.

Recorrido: Zadar-Sibenik-Trogir-Split. 164 km
Pernocta: Camping Excalsius. Stobec (6 km de Split)



No dormimos bien debido al calor y al ruido de la carretera por lo que tuve que recurrir a mis tapones.

Dejamos el camping a las 9  y continuamos hacia el sur. Vemos el tercer golpe en 2 días. Estamos realmente preocupados,  sobre todo cuando comprobamos como conducen: la línea continua de la carretera sirve para separar dos sentidos y las señales (pocas, que todo hay que decirlo) meramente orientativas.

Y llegamos a Sibenik a donde el tomtom nos lleva sin problemas,  aparcando cerca del casco viejo.

Sibenik es una bonita ciudad de cuidadas y estrechas calles que desde el mar trepan por una ladera. Pero su valor principal, su joya es la catedral de Sv. Jacob, declarada Patrimonio de la Humanidad en el 2000. Destacan especialmente las 72 cabezas esculpidas en piedra  que al parecer representaban a diferentes personajes y ciudadanos de la época de acuerdo con su origen, estamento y su oficio y que aparecen en el giro de los ábsides. Todas son distintas y con todo lujo detalles. Una auténtica belleza por la merece la pena venir.

Dejamos Sibenik para dirigirnos a nuestro siguiente destino, Trogir. En nuestro camino vemos muchos autokamp, pequeños, en los jardines de casas particulares, pero la mayoría son auténticos secarrales y también muchos rincones donde poder disfrutar de un baño estupendo con los pinos en la misma playa brindando su sombra y aguas transparentes de un verde esmeralda. Resulta difícil resistirse a la atracción que ejercen.
Llegamos a una zona devastada por el fuego que ha llegado a las mismas casas, atravesado la carretera y quemado un camping, tan reciente que aún permanece un retén de bomberos. Se nos encoge el corazón ante esta tragedia que según nos dicen, está azotando el país.

Vemos también gente en la carretera en pequeños puestos que venden frutas y también con carteles ofreciendo apartamentos y habitaciones (“sobe”), de todas las edades y sentados en sillas sosteniendo un cartel. Suponemos que en caso de llegar a algún acuerdo te llevarán a su casa.

Seguimos hacia Trogir a cuya  entrada encontramos un gran aparcamiento. A las 13,40 dejamos la auto al sol, aunque luego comprobamos que al fondo había buena sombra entre los pinos. Atravesamos un pequeño brazo de mar por un puente de madera y entramos en la ciudad que resulta una auténtica belleza: estrechas calles soladas en piedra blanca a lo largo de las cuales se alzan elegantes y vetustos edificios de piedra igualmente blanca. Disfrutamos, pese al calor, de un bonito paseo por estas calles hasta llegar a la Plaza de Juan Pablo II, centro de la vida local y llena de terrazas. Aquí se encuentran importantes edificios como el ayuntamiento, fachadas de palacios y  la catedral de San Lorenzo a la que accedimos por turnos. Destaca un bonito púlpito octogonal, un magnífico baptisterio y una subida al campanario de casi 50 m de altura con bonitas vistas sobre la ciudad y que no concluimos ya que Raul comenzó a sentir vértigo que en cierto modo me contagió ya que el tramo final de las escaleras, aunque seguras, ascendían sobre el vacío.

En un rincón de esta plaza se encuentra también un lugar para el recuerdo de las víctimas de la reciente guerra.

Hace mucho calor y cuando entramos en la auto está ardiendo así es que nos movemos a la sombra pero a pesar del enfriador nos cuesta acabar con el calor. Comemos allí mismo y decidimos buscar un camping.

Pero la ciudad de Split se nos vino encima. Grande, de las mayores de la costa croata, con grandes bloques de viviendas que se ven desde la carretera que aquí se ha transformado en autovía. Así que con este panorama decidimos pasar de Split para buscar un lugar agradable donde descansar la tarde, ya que eran tan solo las 16,30. Nada más pasar la ciudad, en Stobrec, a 6 km de Split, aparece una señal de camping a la derecha que seguimos y entramos en uno que parece nuevo situado en un inmenso pinar con mucha sombra y dos playas: una que podría ser la propia del camping pero cuya arena se ha convertido  en un barrillo, y otra en la que han echado cemento en la orilla pero que está más limpia y también más concurrida al no ser la propia del camping.. Aun así no es como los rincones que hemos estado viendo a lo largo de la costa, pero sirve para darnos un  refrescante baño que nos refresca y alivia de estos calores. Y es que éste hace estragos porque durante la tarde recibimos varias veces la visita de un hidroavión.

Encargamos en un restaurante frente al camping una estupenda pizza que devoramos. Una pareja de catalanes nos dice que Split es una ciudad muy grande y que hay dificultad para encontrar donde aparcar pero hay un autobús a 200 m del camping que en 20 minutos deja en el mismo centro. Al ser mañana domingo nos acercamos a recepción para confirmar los horarios y descubrimos que  hablan español, y dicho sea de paso, bastante bien. Al parecer adora España y su profesora es madrileña.

29 de julio

Recorrido: Split-Omis-Makarska-Drasnice. 70 km
Pernocta: Camping Ciste. Drasnice
La noche transcurre tranquila excepto por unos croatas que deben estar en la playa y que entre sueños oigo cantar a gritos.

A las 7,30 nos levantamos y a las 8,30 estamos ya en la parada del autobús. Con este calor conviene madrugar. El conductor, que lleva la fotografía de un militar como si fuera un santo, –en Dubrovnik supimos quien era- nos vende 4 billetes que deben ser introducidos en una máquina que los “pica”, pero el mío se queda dentro y muy amablemente una señora nos ayuda. Y como no, cumpliéndose la Ley de Murphy aparece un revisor que me pide el billete y tengo que pedir a esa amable señora que le explique lo ocurrido.

En 20 minutos estamos en el corazón de la ciudad de Split. A las afueras de lo que resulta ser el palacio de Diocleciano hay una especie de mercado al aire libre donde venden todo tipo de frutas, verduras, pan,….en unos mostradores hechos con ladrillo y cemento.  Accedemos por la puerta Argentea directamente al peristilo, rodeado de columnatas por tres lados y como no, de terrazas. Entramos en la catedral de San Domnio, antiguo mausoleo de Diocleciano y que ahora es una iglesia admirando su interior para subir luego al campanario en donde disfrutamos de una espléndida vista de la ciudad y donde, al igual que en Trogir, el último tramo aparece suspendido en el aire. Pero esta vez Raul y yo también, conseguimos vencer esta extraña sensación, y subir. Pasamos después a la cripta y no pudimos acceder al tesoro al estar cerrado. A la izquierda de la catedral se encuentra una galería de arcos  que actualmente acoge puestos de artesanía y que  hoy todavía no sé si son parte de los sótanos del palacio ya que las  informaciones son contradictorias.

Las indicaciones brillaron por su ausencia, aquí, y en todo el país.   Un pequeño grupo de jóvenes de extraordinarias voces nos deleitó con canciones típicas del país como muestra de los CD’s de música típica croata que vendían. Nos quedaba el templo de Júpiter que encontramos después de dar alguna que otra vuelta por estrechas calles ya que no había señal alguna. Pequeño, en su interior se encuentra una gran pila bautismal en forma de cruz que permite la inmersión total.

Decidimos entonces “perdernos” por sus calles, laberínticas, estrechas, soladas de mármol blanco y a cuyos lados se alzan buscando la luz simétricos edificios de piedra blanca. Y nuestra curiosidad nos va conduciendo por arcos y estrechas calles a  placitas y rincones pintorescos y encantadores. Salimos de lo que en su día fue el palacio de Diocleciano y que ahora alberga una ciudad completa para llegar a la plaza del pueblo, extensa, amplia y luminosa, centro de la ciudad veneciana y a la que se asoman las fachadas de palacios de los siglos XIV y XV destacando el ayuntamiento. La atravesamos y nos encontramos en un pequeño mercado de pescado donde los propios pescadores o sus mujeres, vendían sobre mostradores de piedra diferentes peces –doradas, lubinas, calamares, sepias, gambas, mejillones, gallos…que parecían que iban a saltar de lo frescos que estaban. Salimos al mar y volvimos sobre nuestros pasos entrando de nuevo en el recinto del palacio perdiéndonos de nuevo por sus callejuelas hasta la puerta Aurea. Caminando sin rumbo alguno encontramos una fuente en una pequeña placita y protegidos por la sombra que daba el muro de una casa, nos refrescamos.

El calor no ayuda a que queramos prolongar nuestro paseo más tiempo del necesario. Apretaba y con él el cansancio por lo que nos dispusimos a regresar no sin antes dar una vuelta por el mercado exterior y comprar algo de fruta y pan. Tan solo eran las 11,30 cuando estábamos de regreso en el camping, pero el calor era casi sofocante. Nuestra amiga Mara –a la que dejamos en la autocaravana- se encontraba perfectamente y como siempre, nos recibió con innumerables muestras de alegría.
El hidroavión no para de ir y venir a recoger agua, al igual que un helicóptero. El incendio debe estar cerca ya que tardan muy poco, y el calor parece complicarlo todo Nos dimos una buena ducha y una hora después dejamos en camping para adentrarnos en la costa de Makarska.

Dicen que aquí están las playas más bonitas de la costa Croata, y así lo pudimos comprobar: pinos en la misma playa que con sus distintos tonos de verde contrastaban con los variados azules con los que se pinta el mar  en pequeñas calas salpicando toda la costa y el agua impresionantemente cristalina que seduce por su belleza e invita a sumergirse en sus aguas. Como ya me habían dicho, la velocidad media es de 50 a 60 km/h, los pequeños grupos de casas que son pueblecitos, están relativamente juntos y realmente no da tiempo a aumentar la velocidad. Pero el paisaje es delicioso y seductor. Siempre el mar a nuestra derecha salpicado por islas de todos los tamaños, pequeñas calas en cada curva o rincón de la carretera, y una cordillera a nuestra izquierda. Los pueblos son pequeños de casas bajas blancas con rojos tejados rodeados de pinares que parecen abrazarlos y recogerlos. Y todos tienen su pequeño lugar para disfrutar de un baño, sea de lo que sea: un muelle de cemento o una calita de piedras. El agua, dulce o salada, forma parte de la vida de estas gentes.

Subyugados por el hermoso paisaje que nos brindaba la costa, dejamos atrás Omis y Makarska y en Drasnice, cuando solo habíamos recorrido 60 km y a las 2 de la tarde, encontramos un delicioso camping, pequeño, tranquilo y con un sitio en que disfrutamos de una buena sombra toda la tarde. Antes habiamos hecho otro intento en un camping gigante en el que no nos hacen el mínimo caso. Sencillamente nos dicen que busquemos y que la primera línea de mar está reservada. Vemos mucha gente, apenas hay sitio en la sombra y nos da la sensación de que están todos apiñados, así es que les dijimos que nos íbamos. El personal de recepción no manifiesta ni la más mínima expresión, como si fuéramos invisibles. El segundo, junto a este, tenía un acceso difícil pero en este último la atención es deliciosa, acompañándonos al sitio, indicándonos como ponerlos y abriendo la caja de la luz. Son las 3 por lo que decidimos comer. La temperatura exterior a la SOMBRA no baja de 36ºC. Los chicos y Angel se quedan fuera y yo me encierro, pongo mi enfriador y me doy una siesta de una hora. A la tarde bajamos a la playita del mismo camping, a 50 m. Es preciosa con ducha y gran variedad de peces que se ven a simple vista, muchos erizos y más de lo mismo: unas aguas transparentes, cristalinas de un color que invitan sólo con mirarlas a darse un baño.
Cenamos pronto ya que aquí, a diferencia de España, a las 9 es casi de noche y mañana puede ser un día duro ya que  tenemos previsto llegar a Dubrovnik pero haciendo una visita a Mostar.

(Para seguir leyendo el relato hacer clip en "A Dubrovnik por Mostar. El fantasma de la guerra ", parte inferior izquierda.)